BREVES REFLEXIONES ESPIRITUALES
Destellos de eternidad en la vida diaria
En ésta segunda edición, completamente revisada, el autor nos muestra una faceta mucho más íntima, invitándonos a un encuentro en su alma para reflexionar sobre la vida cristiana.
La variada y amplia temática, siempre de carácter devocional, toma forma de aquellos destellos de eternidad que el autor ha sido capaz de vislumbrar, pues más a menudo de lo que nos pensamos, ésta, yace escondida tras los recuerdos y las experiencias de la vida diaria.
Breves reflexiones espirituales
Destellos de eternidad en la vida diaria
15 dic 2010
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Para más información sobre MISSPA, puedes consultar www.misspaong.org
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Aquí tienes las dos primeras reflexiones
1. SILENCIO QUE GRITA
Silencio. Les robaron la vida. Tres cristianos asesinados. Esta vez en Turquía. Silencio. Velas encendidas. Un sólo mensaje. Silencio. Cerca de treinta minutos por los cristianos perseguidos en el mundo. Silencio. Dejamos a un lado nuestras diferencias. Nos une su sangre. Suficiente. Música de violín dirige un himno. Lo entonamos a una voz. ¿Parecido a la alabanza celestial? No discutimos las formas. Un aplauso. Por ellos. Concluye la concentración. Ésta en la plaza San Jaime de Barcelona. Otras en distintas capitales. Fuimos uno. Hoy, fuimos uno. Nuestro silencio habló mejor que nuestras palabras. Su muerte no fue en vano. Tampoco nuestras lágrimas. Silencio.
Y apedreaban a esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu.
2. SIN COINCIDENCIAS
No sé de quien es esta oración, pero sé que hay demasiada riqueza en ella y que estaría siendo egoísta si no la compartiera contigo.
Pedí a Dios fuerzas para alcanzar mis logros; sin embargo, obtuve debilidad para aprender a ser humilde y a obedecer. Pedí salud para poder hacer grandes cosas; pero obtuve enfermedad para poder hacer las cosas mejor. Pedí riquezas para poder ser feliz; por el contrario, obtuve pobreza para poder ser sabio. Pedí poder para obtener alabanza de los hombres; mas obtuve debilidad para poder necesitar de Dios. Pedí todas las cosas para disfrutar la vida; antes bien obtuve vida para disfrutar todas las cosas. No obtuve nada de lo que pedí, sino todo lo que esperaba. Aún a pesar de mi, mis oraciones tácitas se contestaron. ¡Por eso pienso que entre todos los hombres, soy el más bendecido!
Quien escribió esta oración quizás no sea el más bendecido. Pero si es alguien que añadió experiencia a sus años. Alguien que pedía. Un recipiente que pidió llenarse con lo opuesto de lo que recibió. Como si el trayecto al cielo hubiese sido demasiado largo para similares peticiones y éstas, después de elevarse, no encontraran las alas de la gracia para terminar delante del Padre.
Nada malo pidió, pero sus pensamientos no coincidían con los del Dador. A menudo más elevados, más difíciles de comprender. Estaba pidiendo lo que creía necesitar, y recibía un sustituto de aquello que realmente necesitaba, sin obtener nada de lo que pidió. Similar a cuando eres niño y escribes una carta a Papa Noel o a los reyes magos. Pides todos los juguetes que te gustaría recibir. Pero como tus padres y esos personajes se conocen más de lo que algunos creemos hasta cierta edad, no te traen nada de lo que apuntaste en la carta. En su lugar te llega otro regalo: calcetines, ropa interior o unas zapatillas de deporte. Es más útil, si, pero no era lo que pediste. Y aunque la utilidad del obsequio recibido sea mayor que la del juguete deseado, cuando eres niño no entiendes esas cosas. Quieres el juguete que pediste. Por eso hace falta crecer, hace falta madurar. Como lo hizo nuestro autor, pues al final de la oración, vislumbro que el fruto está próximo a caer del árbol. Sólo aquellos que han logrado llegar a la otra orilla del río de las peticiones no concedidas, son los que podrán ayudar a cruzar a los que aún esperamos en la rivera de la desesperanza. Aquel que elevó esta oración, no fue arrastrado por la corriente. Aprendió a ver las
respuestas de Dios con la estatura de la humildad. Medida necesaria para reconocer que mejor le era el propósito de lo obtenido que el de lo pedido. Estatura que deseo alcanzar para aprender a pedir como conviene.
Pedís y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.
Silencio. Les robaron la vida. Tres cristianos asesinados. Esta vez en Turquía. Silencio. Velas encendidas. Un sólo mensaje. Silencio. Cerca de treinta minutos por los cristianos perseguidos en el mundo. Silencio. Dejamos a un lado nuestras diferencias. Nos une su sangre. Suficiente. Música de violín dirige un himno. Lo entonamos a una voz. ¿Parecido a la alabanza celestial? No discutimos las formas. Un aplauso. Por ellos. Concluye la concentración. Ésta en la plaza San Jaime de Barcelona. Otras en distintas capitales. Fuimos uno. Hoy, fuimos uno. Nuestro silencio habló mejor que nuestras palabras. Su muerte no fue en vano. Tampoco nuestras lágrimas. Silencio.
Y apedreaban a esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu.
2. SIN COINCIDENCIAS
No sé de quien es esta oración, pero sé que hay demasiada riqueza en ella y que estaría siendo egoísta si no la compartiera contigo.
Pedí a Dios fuerzas para alcanzar mis logros; sin embargo, obtuve debilidad para aprender a ser humilde y a obedecer. Pedí salud para poder hacer grandes cosas; pero obtuve enfermedad para poder hacer las cosas mejor. Pedí riquezas para poder ser feliz; por el contrario, obtuve pobreza para poder ser sabio. Pedí poder para obtener alabanza de los hombres; mas obtuve debilidad para poder necesitar de Dios. Pedí todas las cosas para disfrutar la vida; antes bien obtuve vida para disfrutar todas las cosas. No obtuve nada de lo que pedí, sino todo lo que esperaba. Aún a pesar de mi, mis oraciones tácitas se contestaron. ¡Por eso pienso que entre todos los hombres, soy el más bendecido!
Quien escribió esta oración quizás no sea el más bendecido. Pero si es alguien que añadió experiencia a sus años. Alguien que pedía. Un recipiente que pidió llenarse con lo opuesto de lo que recibió. Como si el trayecto al cielo hubiese sido demasiado largo para similares peticiones y éstas, después de elevarse, no encontraran las alas de la gracia para terminar delante del Padre.
Nada malo pidió, pero sus pensamientos no coincidían con los del Dador. A menudo más elevados, más difíciles de comprender. Estaba pidiendo lo que creía necesitar, y recibía un sustituto de aquello que realmente necesitaba, sin obtener nada de lo que pidió. Similar a cuando eres niño y escribes una carta a Papa Noel o a los reyes magos. Pides todos los juguetes que te gustaría recibir. Pero como tus padres y esos personajes se conocen más de lo que algunos creemos hasta cierta edad, no te traen nada de lo que apuntaste en la carta. En su lugar te llega otro regalo: calcetines, ropa interior o unas zapatillas de deporte. Es más útil, si, pero no era lo que pediste. Y aunque la utilidad del obsequio recibido sea mayor que la del juguete deseado, cuando eres niño no entiendes esas cosas. Quieres el juguete que pediste. Por eso hace falta crecer, hace falta madurar. Como lo hizo nuestro autor, pues al final de la oración, vislumbro que el fruto está próximo a caer del árbol. Sólo aquellos que han logrado llegar a la otra orilla del río de las peticiones no concedidas, son los que podrán ayudar a cruzar a los que aún esperamos en la rivera de la desesperanza. Aquel que elevó esta oración, no fue arrastrado por la corriente. Aprendió a ver las
respuestas de Dios con la estatura de la humildad. Medida necesaria para reconocer que mejor le era el propósito de lo obtenido que el de lo pedido. Estatura que deseo alcanzar para aprender a pedir como conviene.
Pedís y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.
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